lunes, 17 de octubre de 2016

Anton Van Leweenhock

ANTON VAN LEWEENHOCK

Si bien hoy día puede sonar extraño que alguien se dedique profesionalmente al mismo tiempo al comercio y a la ciencia experimental, hace cuatro siglos atrás resultaba ser un hecho bastante frecuente que los hombres desplegasen quehaceres contrapuestos y asimismo que se interesasen por el estudio de varias materias al mismo tiempo, aun no teniendo las mismas relación alguna.
Anton van Leeuwenhoek, destacado científico y comerciante neerlandés durante los siglos XVII y XVIII, fue uno de esos tantos hombres que supo destacarse en dos disciplinas opuestas y con notable éxito y reconocimiento en ambas, especialmente en la ciencia, en la cual logró avances importantísimos para el futuro de la humanidad; está considerado como el precursor de la biología experimental, de la microbiología, de la biología celular e introdujo notables mejoras en la fabricación de los microscopios, con los cuales, a propósito, alcanzó observaciones de gran envergadura.
A los 16 años de edad su padrastro falleció y entonces su madre lo envió a Ámsterdam como aprendiz de un tratante de telas; tras adquirir experiencia como contable y cajero, en el año 1654, a su regreso a Delft, montó su propio negocio de telas y mercería.
Para esta misma época también tomó contacto con el microscopio simple, un instrumento ampliamente difundido en la actividad textil para examinar la calidad de las telas.
En el año 1668 desarrolló el descubrimiento de la red de capilares del italiano Marcello Malpighi, demostrando cómo circulaban los glóbulos rojos por los capilares de la oreja de un conejo y la membrana interdigital de la pata de una rana. En 1674 realizó la primera descripción precisa de los glóbulos rojos de la sangre. Más tarde observó en el agua de un estanque, el agua de lluvia y la saliva humana, lo que él llamaría animálculos, conocidos en la actualidad como protozoos y bacterias. En 1677 Anton van Leeuwenhoek describió los espermatozoos de los insectos y los seres humanos. 
Sus microscopios eran ciertamente insuperables en calidad ya que permitían más de 200 aumentos, sin embargo, el secreto sobre cómo los hacía se lo llevó a la tumba y hubo que esperar mucho tiempo para que apareciesen modelos tan potentes como los creados por él.

A él le gustaba regalar sus microscopios, no venderlos, por ello, la venta recién se produjo tras su muerte.
Van Leeuwenhoek falleció a la edad de noventa años, el 26 de agosto de 1723 en Delft.



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